Cuando un acontecimiento deportivo sirve como excusa para que algún cafre de rienda suelta a sus desvaríos, uno se pregunta si tiene sentido seguir apostando por el deporte como vía para mejorar la sociedad. Tampoco es tan infrecuente que la propia competición, o la búsqueda de reconocimiento público, fama, poder, estatus y, como no, dinero, hagan aflorar actitudes y comportamientos poco propios de lo que cualquiera consideraría deportivo. Muchas de las circunstancias que se dan en el deporte o en su entorno, conforman el caldo de cultivo de envidias, traiciones, comportamientos egoístas, violentos, hábitos nocivos o actitudes poco éticas.
Pero la gran oportunidad que nos da el deporte es la de poder elegir. Tenemos gran cantidad de modelos, famosos y anónimos, en los que nos podemos mirar, y podemos decidir a quienes seguir o emular. Dependerá de los valores con los que nos identifiquemos el que acabemos admirando a unos u otros deportistas. En general, damos por sentado que hay una serie de estos valores que representan el ideal para cualquier deportista, ya sea niño o adulto, aficionado o de élite. Y así, admiramos la humildad de Nadal, y ensalzamos el respeto y la consideración que muestra hacia sus rivales. O aplaudimos la generosidad y el coraje de Pujol. Pero algo muy distinto es seguir su ejemplo.
Sólo si consideramos como propios esos valores, podremos pensar en emularles. Y sólo si creemos que están a nuestro alcance podremos plantearnos el adoptar la actitud necesaria para comportarnos de acuerdo con esos principios. ¿Y cómo sabremos si está a nuestro alcance comportarnos como lo hacen nuestros modelos de deportividad? Pues lo sabremos si ya lo hemos hecho antes. Y por eso es tan importante la educación en el deporte, del mismo modo que es muy importante saber cuáles son los deportistas en los que más se pueden estar fijando los niños, a quiénes dedicamos una mayor atención y elogios. En definitiva, cuáles son los modelos que les estamos presentando, cuáles son las actitudes que ejemplifican, y cuáles son los valores que representan.
Quizás nosotros nos consideremos demasiado mayores para cambiar, pero eso no tiene por qué ser cierto. Porque de hecho, somos lo suficientemente mayores para decidir qué actitud tomar, porque hace mucho tiempo que dejamos de ser niños incapaces de controlar sus arrebatos. Puede que bajo ciertas circunstancias nos cueste algo más, pero hemos madurado, y disponemos de los recursos necesarios para ejercitar nuestro autocontrol, o para reconocer nuevas fórmulas con las que poder ejercitarlo, como conocer mejor y tener más presentes a los mejores modelos de respeto, generosidad, sacrificio, entrega,…
Reconocer que, sin pretenderlo, nosotros mismos podemos estar siendo ese modelo que otros estén siguiendo, puede constituirse en una potente herramienta que guíe nuestro comportamiento. Porque las estupideces que nosotros hagamos pueden ser el germen de estupideces quizás mayores que acaben cometiendo los niños que nos observan. Porque en esos casos lo mejor que podría pasar es precisamente que no nos admirasen, sino que se sintiesen defraudados y avergonzados por nosotros, lo que de hecho sucede con frecuencia aunque no lo queramos ver. Y porque podemos elegir ser una influencia mucho mejor, no solo para los niños y niñas, sino para todos los que se acercan al deporte en busca de diversión y de una forma de mejorar, en el más amplio sentido de la palabra.
En definitiva, el deporte nos proporciona extraordinarias oportunidades para poder decidir. Pero para poder tomar las mejores decisiones, en el deporte como en la vida, la educación es fundamental. Entrenar la capacidad de ir más allá de nuestros impulsos, para reconocer antes las consecuencias de nuestras respuestas y actitudes, antes de que sea demasiado tarde, o simplemente para reconocerlas, y así poder decidir mejor. Para ser capaz de refrenar la ira y no cometer una estupidez, para encontrar la forma de escapar de un entorno destructivo, o para reconocer la oportunidad diaria de convertirse en alguien de quien poder sentirse un poquito más orgulloso, y decidir no dejarla escapar.