Podemos ejercer una gran influencia en las personas de nuestro entorno, aunque en la mayoría de ocasiones no somos lo suficientemente conscientes de la influencia real que ejercemos. Podemos estar influyendo enormemente sobre la identidad de alguien sin llegar a percatarnos de ello, y podemos estar tratando de potenciar un cierto rasgo en una persona y estar consiguiendo justo todo lo contrario.
Es especialmente significativa la influencia que ejercemos sobre los niños. Así, demasiado habitualmente tendemos a inducir sobre ellos justo lo que no queremos que sean. Cuando les recriminamos por una acción y les decimos cosas como, “eres muy desobediente”, o “nunca me haces caso a la primera”, o “siempre tienes que salirte con la tuya”, eso es precisamente lo que les hacemos creer. Podemos estar dejándoles perfectamente claro que esas actitudes no son buenas, pero al mismo tiempo les estamos diciendo que ellos son así. Y si entienden que nosotros ya lo sabemos, que tenemos asumido que son así, ¿cómo podemos esperar que de buenas a primeras cambien su forma de ser, que cambien lo que «son»? Quizás puntualmente consigan corregir su conducta, pero la tendencia natural, la más asumible, será que se comporten de acuerdo a eso que constantemente les decimos que «son», aunque sepan que está mal: al fin y al cabo, «son» así. Al menos hasta que haya algo que les lleve a pensar que eso puede no ser cierto.
¿Y si consiguiésemos que dejasen de considerar ese comportamiento como algo normal?¿Y si consiguiésemos que dejasen de identificarse con esa forma de actuar? Si consiguiésemos que se identificasen con el comportamiento contrario, con la obediencia, la atención, el cuidado, el esfuerzo… O mejor aún, con la capacidad, la imaginación, la habilidad, la bondad, la alegría, la generosidad, la creatividad… En ese momento podríamos aprovechar esa identificación para potenciar ese tipo de comportamiento, y provocar un profundo rechazo hacia el comportamiento contrario.
Si te consideras una persona educada y alguien te reprocha que en una ocasión le negaste el saludo, buscarás rápidamente los argumentos necesarios para negarlo o bien para justificarlo, tratando por todos los medios de salvaguardar tu identidad de persona educada. ¿No es así? Sin embargo, si nunca hiciste gala de tu educación, probablemente contestarás con un “no lo mereces”, o un “¿¡y qué!?”, pues al fin y al cabo, no tienes porqué comportarte como lo que no eres: una persona educada. No sientes esa necesidad interna, puesto que no consideras que la buena educación sea uno de los rasgos distintivos de tu persona.
¿Y qué puede provocar en ti, o al menos afianzar, ese sentimiento de que eres una persona educada? Pues probablemente el que los demás te manifiesten que te consideran como tal. ¿Y si fuesen mucho más allá y te dijesen que creen que eres un ejemplo de educación? Pensarías que si en alguna ocasión te comportases de forma grosera perderías la consideración de toda esa gente que antes te admiraba. O quizás peor aún, imagina la decepción interna si la opinión de algunas de esas personas fuese tan valiosa para ti como para hacer que dudases de tu propia identidad, de ese carácter o esa forma de ser de la que te sentías orgulloso.
“No existe un apalancamiento más poderoso para configurar el comportamiento humano que la identidad” – Anthony Robbins
Deberíamos evitar ahondar en la identificación con el problema, y en su lugar, facilitar el reconocimiento en uno mismo de las actitudes y estados emocionales capaces de llevarle a uno a la situación que le gustaría alcanzar. Deberíamos pensar menos en cómo están los demás, y más en cómo nos gustaría ver a los demás, en cómo nos gustaría que se vieran, o mejor aún, en cómo les gustaría verse.
Podemos caer en la tentación de tratar de manipular la personalidad de los demás, probablemente apoyándonos en sentencias como el típico “es por su bien” o “yo sé lo que le conviene”. No se trata de condicionar, ni siquiera de guiar. Deberíamos tratar de conseguir justo lo contrario, potenciar y ayudar a los demás a abrir su abanico de posibilidades, ayudar a que sean capaces de valorar positivamente las opciones que se les presentan, precisamente para que puedan ser más libres a la hora de elegir lo que desean para ellos mismos, para que no se sientan atrapados y sean capaces de superar los límites que se autoimponen.
Seguramente no es necesario que nos estemos preocupando constantemente por la forma en la que influimos sobre los demás. Pero sí sería recomendable que tratásemos de darnos cuenta de qué tipo de efecto solemos producir en los demás. No se trata de realizar un balance detallado, sino más bien de un muestreo consciente. De vez en cuando, deberíamos detenernos a pensar en el efecto que producimos sobre los demás, en cualquier tipo de situación, y en cualquier estado de ánimo. Tratar de darnos cuenta primero de cual es nuestra intención. ¿Estamos tratando de ayudar a los demás?¿Estamos “castigando” su autoestima?¿O quizás ni siquiera estamos tomándoles en consideración, y lo único que pretendemos es defender nuestros puntos de vista? Y segundo, ¿estamos consiguiendo lo que pretendemos?¿Te parece que la otra persona puede llegar a verse más capaz después de tratar contigo, o puede estar pensando todo lo contrario?
¿Podrías llegar a darte cuenta de qué tipo de influencia ejerces habitualmente sobre los que te rodean?¿Podrías llegar a considerarte como una influencia positiva para los demás, o eres más bien una influencia negativa? Quizás te interese saber como te ven los demás. Ahora que la terminología se ha puesto de moda, ¿crees que podría haber mucha gente que te estuviese considerando como una persona tóxica?¿Puede que te estén viendo como un lastre?
Piensa en la gente que te hace sentirte bien, capaz de todo, que te transmite entusiasmo, energía, vitalidad, y tómalos como ejemplo. Déjate contagiar, y ese efecto que producen en ti, compártelo con los demás. Sé uno de ellos tú también. Tú lo agradecerás, y los demás te lo agradecerán.
excelente!!!
Muchas gracias Susana.
Un placer!!!
Pingback: It's Working Fine - It Works Fine
Pingback: Un Deporte para Ejercitar la Ciudadanía