Sabes que es una buena oportunidad de marcar. El equipo elaboró una buena jugada y ahora te ha llegado a ti el balón. Tu defensor se apresura para cerrarte el paso pero no llegará a tiempo. De repente, tus piernas te frenan, recortas al contrario y acabas pasando atrás a un compañero. ¿Qué ha sucedido? Era una ocasión clara. No es un problema de confianza, pues sabes que tienes un buen porcentaje de efectividad en ese tipo de situaciones, y sin embargo… Sabías que era importante anotar, pero pensaste en que era más importante no fallar. Había un riesgo en efectuar el lanzamiento, y decidiste evitarlo, por encima incluso de la oportunidad de sentenciar el partido. Después de todo, lo peor hubiese sido perder el balón.
Las consecuencias negativas despiertan un mayor sentimiento de responsabilidad cuando son producto de la acción que cuando se producen por omisión. Y es que, al fin y al cabo, no fuiste tú quien perdió el balón que acabó haciéndoos perder el partido.