Vencerse a uno mismo. Muchas veces se habla de que para alcanzar un objetivo, para lograr una victoria, el rival más duro al que hay que derrotar es uno mismo. Difícil situación. Yo quiero ganar, pero para conseguirlo, ¿debo derrotarme? Bueno, en realidad no es más que una forma de decir que en muchas ocasiones los mayores obstáculos que uno necesita superar para conseguir el éxito no vienen del exterior, sino que es de dentro de nosotros mismos de donde surgen. Y aunque la fuente de la que surgen venga siempre conmigo, no son yo, y hemos de estar atentos para poder mantenerlos a raya cada vez que sea necesario.
Probablemente ya hayamos realizado un gran trabajo para tratar de derribar muchos de esos obstáculos que erigimos hace tiempo en forma de inseguridades, miedos o creencias infundadas, y que nos hacían ver unos límites que en realidad no existían. Es posible que hayamos llegado a convencernos de que el dolor que pensábamos que no íbamos a ser capaces de soportar, al final, no era para tanto, o que aun siéndolo, sí somos perfectamente capaces de soportarlo. Lo mismo que el cansancio, la complejidad de la tarea, el riesgo de fallar, sus consecuencias,… Incluso el peor de los casos, además de no ser tan probable como antes creíamos, tampoco hará que el mundo se detenga para nosotros. Así que después de haberlo razonado de la forma más equilibrada, con nuestros mejores recursos funcionando para valorar racionalmente toda la información de la que disponemos, decidimos qué es lo mejor que podemos hacer, y que de hecho lo haremos, porque sabemos que podemos hacerlo. Seguir leyendo